Notas de viaje | Dia I

Desde Río Gallegos

Con mi mamá y mi hermano decidimos hacer lo que es común a cualquier fueguino: salir desde Ushuaia en auto hacia el norte. Vamos a ir parando en las ciudades y pueblos que se nos aparezcan. Me puso feliz tener Spotify en el celular y conectarlo por bluetooh con el estéreo; así son los viajes burgueses de hoy y no me avergüenzo tanto. Mientras manejaba me acordaba de que cuando era chico hacíamos el mismo recorrido que ahora y escuchábamos los mismos dos o tres cassettes de lado y lado. Eran Laura Pausini, Shakira y Marcela Morelo. Nunca me olvidé de esas canciones.

Niebla
¿Niebla? ¿Dónde?

Yo manejo y mamá me habla de Cristina. No sabía que se podía hablar de política un primero de enero. Gustavo, en el asiento de atrás, se indigna y murmura alguna palabra, estimo que Clarín o Magnetto.

Hace tres años, cuando vivía en una pensión de Buenos Aires, a veces hablaba de Tierra del Fuego. Me gustaba mitificar: contaba que en realidad el lugar más importante de la provincia es la panadería de Tolhuin (Tolhuin es un pueblito que queda a mitad de camino entre Ushuaia y Río Grande). Tanto insistí con eso que, estoy seguro, creé una expectativa que la realidad nunca podría alcanzar. Pero hoy me di cuenta de que sí, la alcanzó y la superó. Llegamos a la panadería a media mañana, había niebla y algunas gotas en el parabrisas. Entramos y las mesas eran la misma pedorrada que cuando tenía cinco años. Desayuné empanadas frías con café. Mirando alrededor me di cuenta de que hay gente de paso, normal, pero también gente acaudalada que viaja 102 km para desayunar en la famosa panadería. El resto del pueblo es fantasma, como siempre. En la calle no camina nadie, no hay un solo auto, pero el estacionamiento de la panadería está repleto. Adentro la gente es feliz. Nabokov decía que la vida es una chispa de luz entre dos abismos idénticos de oscuridad. La panadería La Unión también es una chispa en ese pueblito de tanta desolación.

La leyenda.


Estos días no leí nada, o casi nada. Desde hace una semana tengo una nouvelle o cuento largo de Tolstoi que se llama Entre lo divino y lo humano. Los fanáticos de Tolstoi, como Abelardo Castillo, que más que fanáticos son exégetas, dicen que en su última etapa escribía cuentos demasiado moralistas. Estoy de acuerdo. Entre lo divino y lo humano no es más que una fábula a la manera de Esopo con una moraleja muy simple: no hay que pecar porque Dios nos está mirando. No está mal, pero hubiera usado ese tiempo para releer La muerte de Ivan Illich.

Estamos haciendo noche en Río Gallegos, ciudad rara si la hay. Será porque es primero de enero, pero en las calles del centro no hay nadie y hay basura por todos lados. Es como si hubiéramos llegado a una fiesta que ya terminó y nos dijeran que nos toca lavar los platos. Van un par de observaciones banales:
-Casi no hay ancianos. Todos pibes de 30 y arriba de un auto. En eso parecen fueguinos.
-Mucha basura en la calle.
-Todo está medio hecho mierda. Yo pensaba que por ser la ciudad K estaría con edificios nuevos y las calles parquizadas.
-La avenida Néstor Kirchner existe.
-Nunca se me había ocurrido que podía existir una ciudad con precios más caros que Ushuaia.
-Primera vez, desde que recuerdo, que no hay viento.
-Los ítems anteriores dan la sensación de que es todo una mierda. Nada que ver. Estoy muy feliz y mañana seguimos viaje.

Mi hermano dijo que se va a levantar a las seis de la mañana para hacer un time-lapse del amanecer con la cámara del celular. No sé por qué, no le creo nada.



Río Gallegos, a las 21:13 hs.



Quién diría.




PD: Al final se levantó. Quedó así: 


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