En Río Grande (II: Instrucciones para escribir en este blog)

I) Si a la seguidilla de entradas se le dio el nombre de “En Río Grande”, lo mínimo que se espera es que los textos impliquen, de alguna manera, a la ciudad del viento. Sin embargo, no olvidar que esto es un blog y que a nadie le importa lo que se escribe, así que hay libertad. No sentirse atado a la responsabilidad de decir cosas importantes ni que tengan sentido.

II) No contar cosas muy íntimas (por ejemplo, cuántas veces fui al baño), pero tampoco demasiado generales (evitar copiar y pegar datos demográficos de Wikipedia, salvo que sean realmente llamativos).

III) Alguna anécdota del día puede servir. Si es acompañada de una pseudoreflexión, mejor. Podría ser, por ejemplo, que hoy estuve en una clínica. Hoy y ayer me tocó ir muy temprano y, gracias a las horas que me tocó esperar, dos cosas llamaron mi atención. La primera, una chica que se pasó un buen rato esperando en la guardia. Era muy linda. La segunda, vinculada a la primera, es que un hospital o clínica es un lugar en el que la gente no está predispuesta al chamuyo casual. O todos están enfermos, o bien acompañan a alguien que lo está, así que cualquier tipo de intento podría ser mal visto. Por supuesto, no es algo que realmente me interese, ya que la posibilidad de que yo le hable a una chica linda, sea en el ámbito que fuese, es casi nula. En este caso solo atiné a sentarme al lado, simulando que esperaba que alguien saliera de la puerta que teníamos enfrente y dijera mi nombre (yo no tenía que atenderme en la guardia, en realidad estaba deambulando por los pasillos esperando que atendieran a mi mamá). Enseguida supuse que estábamos compitiendo, porque el hecho de que la llamaran a ella retrasaría mi turno, y si me llamaban a mí se retrasaría el de ella. Deberíamos odiarnos, ella debía odiarme. Después de unos diez minutos sentados prácticamente solos y de mirarla varias veces de reojo, de memorizar su cara e imaginarme que le gusta la literatura o que es fotógrafa o algo así, me preguntó si sabía dónde había una máquina de café. A esa altura yo estaba mentalizado de que éramos enemigos y de que seguramente detestaba mi presencia; pensé que tal vez su pregunta era un truco para neutralizarme de algún modo o que me estaba haciendo una broma. No le di el gusto: contesté que no, acá no hay nada, acto seguido me levanté y me fui. Concluir esta anécdota con la frase: qué idiotas somos algunos seres humanos.

IV) No ser del todo sincero pero tampoco mentir. Encontrar el equilibrio. Agregar que la anécdota de arriba es verdad.

V) Evitar contar cosas que leí estos días, a nadie le importa. Aunque si no queda otra, se puede mencionar, aunque sea al pasar, que hoy terminé Formas de volver a casa, del chileno Alejandro Zambra. No dar opiniones, salvo que tenga muchas ganas.


VI) Tratar de no ser injusto. Si la vez pasada se defenestró a Río Grande y ahora esa impresión cambió, decirlo. Así que lo digo: ayer y antes de ayer hubo unas tardes hermosas, sin viento. Las tardes se estiran, se desgarran en colores como el amarillo, naranja, violeta, en ese orden, hasta que anochece después de las 21 hs. Adjuntar una foto rudimentaria desde la habitación en que se escribe esto. Recordar que, capaz sin darme cuenta, soy feliz.



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