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Mostrando entradas de 2022

El canto de las sirenas

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Estuve buena parte después de la cena pasando reels, tuits y demás yuyos en el celular. Solo cuando dieron las doce una fuerza interna –”no era yo, era el dios dentro de mí”, dice Silvio Astier en El juguete rabioso– hizo que me levantara y viniese a la pieza de abajo a teclear esto. Vuelve el animal nocturno, el búho de ojos grandes que se posa en una rama a mirar la noche, el humano que se convierte en lobo cuando hay luna llena, o mejor: la cenicienta que necesita volver a su casa cuando dan las doce porque se rompe el hechizo. El hechizo no es la escritura febril de la noche, sino todo lo que hay durante el día: la caminata a la Laguna Esmeralda, la compra inesperada de una remera talle L, la ingesta de pochoclos comprados en la calle San Martín, con ese olor tan ushuaiense que mezcla maíz, frío, caramelo y el color de la piedra en la vereda. Otra vuelta por La Boutique del Libro, solo para constatar que las novedades me interesan cada vez menos, solo para abrir al azar un libro mu

Demasiado clásico, mejor otro día

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Estoy en Xpresso, en una mesa de la ventana, detrás de una columna. Hasta recién leía Los sorrentinos, de Virginia Higa. Muy buen libro. Todavía no logro enganchar la estructura, ¿qué agrupa a cada capítulo? Por lo que veo es todo resumen, y el protagonista es más el restaurante La trattoria que su dueño, el Chiche. Hay una influencia muy fuerte de Natalia Guinzburg y el concepto de léxico familiar, ese dialecto que una familia cultiva puertas adentro.  En mi familia hay un léxico propio, creo yo que más abundante que el habitual. Sobre todo por mi papá, que tiene una predilección por los apodos y las bromas que se repiten hasta instalarse en la vida cotidiana. Cuando habla de un hotel de mala categoría, dice que es un hotel Lucho, por un chiste de Condorito. También habla del orgullo Sosa, la fuerza que mueve a mi vieja a hacer lo que alguien le dice que no puede hacer. Como la selección argentina con las palabras del entrenador holandés Van Gaal, la mayor motivación de mi mamá es que

Avión

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Estas líneas nacen entre las nubes, mientras viajo a Ushuaia. Las últimas dos veces que me tocó volar, ambas de madrugada, me fijé cómo se iluminaba la noche, porque estoy escribiendo una novela en la que alguien se sube a un avión de noche. Algo bueno de escribir es que uno tiene razones para mirar alrededor y prestar atención a los detalles. El resultado es una paradoja: cuanto más metido está uno en la escritura, más metido está en la vida. Había reflectores blancos en medio de la pista, colaboraban las luces del avión, el aeropuerto brillaba como una brasa caliente. Y lo más importante: había metales que reproducían la luz.